"El príncipe Dakkar se convirtió en un artista al que impresionaban las maravillas del arte, en un sabio al que ninguna ciencia le era ajena, en un hombre de Estado formado en las cortes europeas. Ante observadores superficiales, pasaba por ser uno de esos cosmopolitas ávidos de saber pero renuentes a la acción, uno de esos opulentos viajeros, de orgullosa y platónica mentalidad, que van incesantemente de un país a otro sin pertenecer a ninguno.
No era ése su caso. El hombre, el sabio y el artista eran un indio de corazón, indio por el deseo de venganza, indio por la esperanza que alimentaba de reivindicar algún día los derechos de su país, de expulsar de él al extranjero, de reconquistar su independencia."
Julio Verne, "La Isla Misteriosa".