Una nota de tipo personal: dejo Twitter. Sí, "Twitter", nadie lo llama "X", ¿por qué iban a hacerlo?
Abrí una cuenta hace casi diez años con el simple fin de responder a una oferta de trabajo, pero ya entonces esa red me parecía lo que me parece hoy. Podría extenderme sobre el tema pero ni siquiera aquí, en mi blog personal, creo que merezca la pena.
Cualquier posible uso útil que se le pueda dar a "la red antes conocida como Twitter" se ve anulado por la sobreexposición a propaganda y desinformación a la que somete al usuario. No sólo eso: los recientes cambios en la plataforma promueven activamente ese sometimiento. Las pseudo-IAs que gobiernan el flujo de información suprimen, sin lógica aparente, imágenes o mensajes perfectamente inofensivos, mientras toleran amenazas, hostigamientos y campañas de difamación. Especialmente si las protagonizan usuarios de pago, por más anónimos que sean o por más símbolos totalitarios que ostenten en sus perfiles. A este último respecto, puedo decir por experiencia propia que la posibilidad de elevar quejas como usuario es sistemáticamente desoída. No sé si ha sido así siempre pero, vamos, tampoco me interesa saberlo.
En fin, estoy en Cara, en el cada vez más hostil Instagram, en el viejo y aborrecible Facebook, estoy incluso en Bluesky. Estoy encontrable y disponible. Estoy tan expuesto como nadie en su sano juicio querría estar, que es como a estas alturas estamos todos. Pero no tengo porqué estar, voluntariamente, en un nido de ratas.